lunes, junio 18, 2007

Papá.

Ayer fue día del padre. Pasé una jornada agradable con mi familia celebrando esta fecha. Obviamente no pude abstraerme a los recuerdos que guardo de mi viejo.

Pequeño de estatura pero sacrificado laburador, mi viejo nos enseñó a mis hermanos y a mí el sentido del trabajo y la honestidad. La importancia de la puntualidad y de la responsabilidad que uno asume.

Disfrutamos de su presencia más tiempo que de mi madre y si bien en la última parte de su vida él decidió hacer las cosas de forma diferente a lo que yo pensaba, yo lo dejé vivir según el quería aún cuando no compartía su modo de vida. Eso supuso para muchos que yo lo dejé a un lado, y aunque no necesito justificarlo, no fue así. Simplemente lo dejé vivir la vida que eligió, sin interferir. Pero tampoco estaba dispuesto a contemplar esa vida por lo menos tan a menudo.

Es una pena que no haya podido disfrutar más tiempo de sus nietos y verlos crecer. Pero la vida nos pasa la factura cuando menos lo esperamos.

El fútbol fue su pasión. Empezó bien joven, a los 19 años como preparador físico de su querido Sportivo Luqueño, al cual lo llevaba en el corazón. Allí también terminó su carrera casi cuarenta años después llegando a ser considerado en su momento uno de los mejores preparadores físicos del país.

En todo ese lapso de tiempo pasó por varios clubes de primera división, de las divisiones de ascenso, selecciones del interior y en tres oportunidades por la selección nacional (sub-20 en 1981, sub-23 en el preolímpico para Seúl 88 y sub-17 en el sudamericano de 1997). Fue técnico de volley, de handball, masajista deportivo y docente en la Escuela de Educación Física.

Pero su gran pasión fue el fútbol. Recuerdo que de pequeño lo acompañábamos con mi hermano a la concentración o a los partidos. Recorríamos los pasillos de los vestuarios entre esos “monstruos” del fútbol paraguayo y observábamos los encuentros sentados entre los suplentes. Así conocimos a varios de ellos hoy ya retirados entre los cuales puedo contar al gran Saturnino Arrúa de mi querido Cerro Porteño y a Julio César Romero “Romerito”, ídolo del hincha paraguayo. Creo que muy pocos niños habrán tenido esa oportunidad de estrechar la mano de tantos ídolos del fútbol nacional.

Nosotros probablemente más influenciados por mi madre (y por la poca destreza para los deportes) decidimos que el estudio era lo nuestro, cosa que él jamás objetó.

Hoy extraño al viejo. Circunstancias de la vida nos alejaron un poco sobre todo en sus últimos años. No me imagino la felicidad que hubiera estado viviendo hoy con su querido Sportivo Luqueño de puntero y a punto de salir campeón del Apertura a solo tres fechas de finalizar y luego de más de 50 años sin obtener el título. Todavía recuerdo que la víspera de su muerte estaba en el hospital escuchando un partido de su Kuré Luque.

La vida no siempre se presenta como la idealizamos. El viejo nos dejó un gran camino que creo hemos aprovechado. Muchas cosas que decido en mi vida las hago siguiendo sus consejos.

Feliz día papá. Sinceramente espero que tu querido Kuré Luque obtenga el título. Yo sé que lo disfrutarás desde donde estés.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy lindo post. Escrito con mucho amor y sentimientos. Saludos,

Ricardo

Tereré dijo...

Gracias Ricardo, realmente lo escribí de corazón.

Nelson